(Continuamos con la “piratería” en la red)
El post anterior lo terminábamos así: “Un texto sin desperdicio de un tema que aún derá mucho de qué hablar...” Y no había pasado dos horas cuando el FBI cerró el sitio de descargas Megaupload.
Sin que seamos pitonisos o algo parecido, la acción -que supuestamente no tiene nada que ver con la posible aprobación de un proyecto de ley contra la piratería (SOPA)- generó protestas (por parte de usuarios), alegría (por parte de la industria del entretenimiento) y ataques a varios sitios web gubernamentales (sobre todo de Estados Unidos).
Las opiniones podemos tener sobre este tema son diversas y aquí en @labolanegra pensamos lo que ya se escribió en los post anteriores: A propósito de la ley Sopa (y la “piratería” en la red) y Sobre Hernán y Lucía (más sobre la “piratería” en la red).
Con lo ocurrido el jueves, nos quedamos con estas dos opiniones:
La primera de Enrique Dans, bloguero español y profesor del Instituto de Empresa, publicadas en El País: “La cuestión aquí no es si Megaupload era un dechado de virtudes o si su sede apestaba a azufre, sino intentar entender a quién se pretende defender con esta acción.
¿Se va a vender más música o va a ir más la gente al cine porque se haya cerrado Megaupload? ¿Igual que cuando se cerró Napster en el año 2000, o tal vez más? ¿Cuántas pruebas son precisas para entender eso de las puertas y el campo, y que una red diseñada para resistir una guerra nuclear no puede bloquearse eliminando uno de sus nodos? ¿Se defiende a unos creadores que, en su mayoría, ya van sabiendo que ganan más cuando sus obras son primeras en los rankings de descargas, hasta el punto de que muchas veces son ellos mismos los que las suben ahí? ¿Se protege al ciudadano? ¿Se defiende la innovación?
En realidad, esto solo defiende los intereses de quienes intentan controlar la red, sea para que sirva como canal de distribución para sus productos, o para controlar a quienes la utilizamos.
Utilizar al FBI como “policía del copyright” al servicio de la industria del entretenimiento para llevar a cabo una detención ultramediática no hace más que avivar la batalla, incentivar el desarrollo de métodos alternativos, y lanzar más basura a la verdadera discusión: que el sistema de derechos de autor basado en la copia y en la economía de la escasez es absurdo e insostenible en una época en la que todos podemos hacer copias. Internet es mucho, muchísimo más que la industria del entretenimiento.
Condicionar el desarrollo de Internet a los intereses de esa industria es, además de completamente inútil, un enorme error”.
La otra opinión y también publicada en El País, es del novelista Juan Gómez-Jurado: “Aquí la batalla que estamos librando no es la de Megaupload. Estamos perdiendo una revolución milímetro a milímetro. Veo esto dentro de 10 años y lo que va a pasar es que cada cosa digamos va a tener que pasar un filtro”.
“Todo lo que un usuario suba a la Red acabará pasando por un censor. Caminamos hacia el lápiz rojo en Internet”.
Gómez-Jurado además se pregunta por qué se actúa precisamente contra Megaupload y no contra otros portales con mejor reputación: “El caso de YouTube es exactamente el mismo y moviendo muchísimos más millones de euros: buscas Lady Gaga y tienes el canal oficial y cientos de versiones no autorizadas, algunas con publicidad. Pero Megaupload era más fácilmente atrapable. Y estoy de acuerdo con la afirmación de que el dueño de Megaupload era un perista, el problema es que en la franja gris donde él se movía nos van a atrapar al resto. No se trata de ver una película o no: sino de hacia dónde vamos en el futuro y de las inseguridades jurídicas que implica”.
Seguramente seguiremos escribiendo del tema pronto...
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