miércoles, 13 de abril de 2011

El alcoholismo, un trastorno de aprendizaje

Ya en un post anterior hablamos de un estudio que vinculaba la monogamia con el alcoholismo. Ahora en la Universidad de Texas-Austin señala que el problema de la bebida puede ser un problema de aprendizaje.

Es un artículo publicado en Futurity.org se señala que “si bien con un par de copas uno olvida el nombre del compañero de trabajo, el alcohol llega a “cebar” al cerebro para que subconsciente aprenda (pero a seguir bebiendo).

Por supuesto, no es algo que nos interese aprender pero así funciona el cerebro y eso podría explicar los casos de alcoholismo, e incluso, conseguir una solución.

En el artículo, se señala que “por lo general, cuando hablamos de aprendizaje y memoria, estamos hablando de la memoria consciente”, dice Hitoshi Morikawa, neurobiólogo de la Universidad de Texas en Austin, cuyos resultados fueron publicados en la revista Journal of Neuroscience.

Morikawa dice que el alcohol disminuye nuestra capacidad para mantener pedazos de información como "la definición de una palabra o dónde estacionamos el carro. Sin embargo, nuestro subconsciente está aprendiendo y recordando también, y en realidad el alcohol puede aumentar nuestra capacidad de aprender”, o más bien la condiciona en ciertos aspectos.

El estudio encontró que la exposición repetida de alcohol aumenta la plasticidad sináptica en una zona clave en el cerebro, y es una prueba más hacia el consenso en la comunidad neurocientífica sobre que la adicción a las drogas y el alcohol es fundamentalmente un trastorno de aprendizaje.

Cuando bebemos alcohol (o tomamos alguna otra droga: heroína, cocaína o metanfetaminas), nuestro subconsciente está aprendiendo a consumir más. Pero no se detiene allí. Se llega a ser más receptivos en la formación de recuerdos subconsciente y hábitos con respecto a la alimentación, la música, incluso personas y situaciones sociales.

Así, señala Morikawa, los alcohólicos no son adictos a la experiencia placentera que se obtiene al beber; son más bien adictos a todos los estímulos ambientales, conductuales y fisiológicos que se ven reforzados cuando, por el alcohol, se libera dopamina en el cerebro.

"La gente normalmente piensa en la dopamina como un transmisor de felicidad o placer, se trata más exactamente de un emisor de aprendizaje", dice el investigador. "Refuerza las sinapsis que se activa cuando la dopamina se libera".

El alcohol, en este modelo, es un facilitador. “Secuestra” el sistema dopaminérgico, y le dice al cerebro que lo que estamos haciendo en ese momento es gratificante (y por lo tanto que vale la pena repetir).

De esta manera lo que se aprende es que el consumo de alcohol es gratificante: sabemos que vamos a ir a un bar, charlar con amigos, comer y escuchar cierta música que son placenteros. Cuanto más a menudo hacemos estas cosas con la bebida y la dopamina que se libera más, más se "potencian” las sinapsis establecidas y por eso se anhela más el conjunto de experiencias y asociaciones que rodean el consumo de alcohol.

Este estudio ofrece una esperanza (a largo plazo): mediante la comprensión de las bases neurobiológicas de la adicción, se puede desarrollar drogas que debilitaría, en lugar de fortalecer, las sinapsis que se desarrollan con el alcohol o las drogas.

"Estamos hablando del “cableado” cerebral", apunta Morikawa. "Atemoriza un poco porque tiene el potencial de ser una sustancia que puede controlar el comportamiento humano. Nuestro objetivo, sin embargo, es disminuir en la mente el control que tienen las adicciones”.

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