martes, 18 de enero de 2011

Diego Velasco: no me gustan las películas que sermonean

@dougomez

Las imágenes de un destartalado taxi que transporta a toda velocidad a una embarazada herida de bala, un médico trasnochado y dos asesinos a sueldo han sido vistas por 820.000 personas en las salas de cine de Venezuela. La historia del sicario que tatúa en su cuerpo los nombres de sus víctimas y toma por asalto una clínica, donde una Miss Venezuela será operada por un cirujano estético, cumple 15 semanas en cartelera.

La hora cero es la ópera prima de Diego Velasco y es un éxito de taquilla. Es la segunda película venezolana más vista en los últimos doce años, la primera es Secuestro Express de Jonathan Jakubowicz con 936.044 espectadores. Velasco es un caraqueño residenciado en Los Ángeles desde 2001. Tiene entre sus planes hacer una película sobre la leyenda de El Silbón, el fantasma que está lejos cuando se escucha cerca y está cerca cuando se escucha lejos.

El equipo de La hora cero no se topó con fantasmas durante la filmación, pero sí con la violencia. Durante el rodaje, tres personas fueron secuestradas, más de veinte fueron robadas y Moisés Paredes “Mc Ardilla”, uno de los actores, fue asesinado una semana antes de comenzar a trabajar en la película. “A mí también me trataron de secuestrar a mi llegada a Caracas en 2006, aún con las maletas dentro del carro”, narró Velasco.

Desde Estados Unidos, a través Skype, Velasco confesó que el nombre de su película era originalmente El día de los pobres, pero decidió cambiarlo en el camino; también optó por recrear la historia antes de 1998, antes de la llegada de Hugo Chávez al poder.

-Nadie hace una película para que no se vea, pero ¿creyó posible que La hora cero llegaría a tener los espectadores que ha logrado en Venezuela?
-Crecí viendo largas colas en los cines venezolanos, porque nosotros somos cinéfilos. Estaba seguro que si la película funcionaba nos iba a ir bien. El reto era que el público se identificara, nunca dudé de que eso fuera posible. Antes de hacer la última edición, mostré la película a 150 personas: amigos, gente del medio cinematográfico, oficialistas, opositores. La película siempre funcionó, todo el mundo se identificó sin importar las creencias de cada quien. Gustó que no se juzgara a nadie, la película permitió que cada quien se formara sus opiniones. Sin querer sermonear porque no me gustan las películas que me sermonean a mí.

-¿Se va a distribuir en otros países?
- Ya tenemos garantizada la distribución en Colombia, vamos a empezar en Bogotá, con menos copias que en Venezuela, pero si la película funciona bien pudiéramos llevar más copias. También en Centroamérica, todo esto dependiendo de cuánto tiempo continúe la exhibición en Venezuela. Porque vamos a llevar las mismas copias.

-¿En cuáles sitios de Caracas filmaron?
-En Santa Rosa, entre la avenida Libertador, donde está el Colegio de Ingenieros. La comunidad nos abrió la puerta y nos quedaba muy cerca del Metro, el lugar nos permitía estar dentro de un barrio en una zona céntrica de la ciudad. Lo que corresponde a la historia ambientada en los años 80 fue en el barrio El 70, detrás de El Poliedro.

-¿Por qué la película está ambientada en 1996, antes de la llegada al poder de Hugo Chávez?
-Cuando se empezó a escribir el guión la película era contemporánea, pero cada vez que terminábamos una versión teníamos que cambiar elementos porque el país iba cambiando: el nombre, la moneda, la misión Barrio Adentro, los médicos cubanos. No podía seguirle el trote al Presidente. Sabía que la producción y la postproducción me tomarían dos años. ¿Cómo podía lograr ser auténtico a lo que plasmaba cuando todo cambiaba de un día para otro? Al recurrir al pasado tenía una realidad fija la cual podía reflejar. Sentía que podía mostrar de manera más contundente lo que ocurre en el presente.

-¿No cree que hay una exaltación de los malandros, que aunque terminen asesinados tienen mucho ingenio y humor, qué son unos tipos chéveres?
-Nada es blanco y negro. La realidad en la que vivimos es una compleja escala de grises. Para mí no hay buenos ni malos, somos mucho más, somos seres buscando un camino. Estoy consciente que cada quien ve la película bajo su propia óptica. En el caso de los malandros, que es una palabra que no uso en mí día a día, ni tampoco se usó en la película, intenté mostrar que el que a hierro vive a hierro muere. Para mí era importante que las acciones violentas tuviesen consecuencias, para invitar a quienes viven esa realidad a reflexionar sobre su condición, mostrar que siempre existe la posibilidad de redención y de cambio.

-¿Pero el humor no frivoliza la delincuencia? ¿No la hace ver como un juego?
-A lo largo de la película usé mucho el humor, es algo muy venezolano. Los secuestradores también usan el humor, y la idea era mostrar cuan cotidiano es esta situación para ellos. ¿Cuántas historias no hemos escuchado de malhechores contando chistes mientras atracan? Mi intención no es minimizar el impacto que esto ha tenido sobre quienes hemos sido víctimas de la violencia. Porque yo, como la mayoría de los venezolanos, he sufrido del crimen que azota a nuestro país.

-Es curioso que el gobernador, con su esposa enferma de cáncer, mate a su hijo y sea más cruel que los propios malandros.
-El reto es entender de dónde viene el gobernador. Está La Parca que se tatúa los nombres de los seres humanos que mata constantemente y también está el gobernador, que no ha matado a nadie pero asesina al niño. Dices que él es más cruel, quizás porque lo comparas con La Parca, que es un personaje que durante la película recapacita, mientras que el gobernador no, porque no piensa en otras opciones, porque en medio del desespero cree que así salva a su familia.

-¿No cree que los periodistas están caricaturizados?
-Quienes critican a los personajes Véronica y Margaret son periodistas. No estoy haciendo una crítica al periodismo venezolano sino que dramáticamente la historia me pedía eso. Uno de esos personajes está basado en Leda Santodomingo y su actuación durante el secuestro de Terrazas del Ávila.

-¿Recibió alguna presión del CNAC por el guión? ¿Le preguntaron si estaba a favor o en contra del gobierno? ¿Le pidieron sacar a un personaje por ser políticamente incorrecto?
-No, en el CNAC no me pidieron cambiar nada o me obligaron a poner algo. No me presionaron.

-¿Trabajaría con La Villa del Cine?
-Sólo trabajo con las personas que me den la libertad para hacer cine, no digo de esta agua no beberé, porque si en un futuro se presenta la situación de que hay una coproducción no cierro la puerta, pero sí tengo mis creencias, y hay cosas en las que no estoy de acuerdo con la Villa del Cine, aunque he visto películas como Bloques o Macuro que han sido de la Villa y las he disfrutado.

Lo que le gusta del cine venezolano
“Alejandro Saderman es el director con el que más me identifico. Cien años de perdón es una gran película es comedia, es drama, tiene final sorpresivo. También me influenciaron La gata borracha, Soy un delincuente, Oriana, Araya, Operación chocolate. Mis películas venezolanas preferidas son Cien años de perdón y Secuestro Express, también Puras joyitas en la que Henry Rivero logra una gran factura que no había visto antes”.

Esta orilla, el blog de Douglas Gómez Barrueta

No hay comentarios:

Publicar un comentario