Salvo que se haya ligado al equipo ganador (en este caso España), este Mundial de Fútbol dejó pocas cosas: un nuevo campeón del mundo en el fútbol (que no fuera Brasil, Italia, Alemania, Uruguay, Argentina o Inglaterra) y ya. No más. Pocos se acordarán de este juego final y tampoco habrá un jugador que sea recordado (lo siento Forlán). ¿Por qué será?
Cómo en todos los deportes profesionales el “amor, a la camiseta” se ha convertido en algo accesorio: los jugadores que pierden se sienten un poco mal pero al llegar al camerino, a otra cosa. Los juegos se han convertido en un asunto de táctica y de juego milimétrico y hay pocas escenas que señalen el llamado juego “épico” que existía antes.
También hay que señalar que antes se jugaba menos y por eso los jugadores podían dar más: ahora las estrellas del balompié antes de llegar al mundial tienen, en promedio, más de 60 partidos a sus espaldas y eso siempre cobra factura. De allí que las estrellas que debían hacer un buen papel, hicieron un papelón.
Raúl Faid Binda, periodista deportivo de la BBC, con un blog, agrega otros factores para entender porqué, al final, siempre estaremos decepcionados con el juego que se ha mostrado en los últimos mundiales y, posiblemente, en los que vendrán: “El riesgo de equivocarse es elevado en un torneo al que llegan equipos formados a los ponchazos, con temor al fracaso, pugnas internas, problemas de convivencia, falta de tiempo (e imaginación) para ensayar variantes y el inconveniente habitual en la competición deportiva: el hecho de que el adversario también juegue.
Otro factor que eleva la proporción de equivocaciones es que los grandes favoritos acaparan las preferencias de la gran mayoría (tal vez 80% o 90%) de los que opinan, mientras que las posibilidades reales de éxito del equipo más poderoso rara vez (o nunca) sobrepasan 25%.
El caso de Argentina y Maradona es el que mejor refleja las confusiones de los medios de comunicación.
Llegaron como candidatos al papelón, se convirtieron rápidamente en grandes favoritos y terminaron como un claro ejemplo de los riesgos de la improvisación, la arbitrariedad y la falta de conocimientos del entrenador”.
Los verdaderos fanáticos del fútbol estarán esperando a los sucesores de las viejas glorias: Pelé, Maradona, Platini, Cryuff, etc. Es triste pensar que no lo serán Cristiano ni Messi. Parece no ser tiempos para “nuevos héroes” sino del juego práctico y de resultados. Un solo dato: desde cuartos, la selección campeona, ganó por la mínima: puro 1-0.
Así, lo que seguramente recordaremos de este mundial serán cosas externas a lo ocurrido en la cancha: las insoportables vuvuzelas, el pulpo Paul (que no necesitó de estadísticas ni de ver ningún juego para acertar quién ganaría) y, bueno sí, algo dentro de la cancha: el pésimo arbitraje que permitió cosas como una patada de kung fu y uno que otro gol anulado…
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