Ingrid está bastante lejos de, incluso, volver a rehacer su carrera política. Aunque es probable que eso nunca le haya pasado por la cabeza luego de su liberación.
Para agregar más leña al fuego, tenemos lo que escribió Oscar Collazos: “En la personalidad de Ingrid acabó ganando la altanería de ignorar a los demás, dando al traste con una ya debilitada vocación de servicio público”.
Así pues, la “guinda” a esta imagen bastante malograda apareció cuando demandó al estado colombiano por casi 7 millones de dólares. Rechazo general y el recule fue paulatino: a los días, la propia Betancourt dijo que no era una demanda sino un acto de conciliación. Y después hasta la conciliación fue retirada.
Luego se supo que también había solicitado una indemnización al Estado francés. Linda la chica, ¿no?
Por otro lado, lo curioso es que ella no es la única que ha demandado al estado del vecino país pero fue la única demanda que levantó “roncha”. Posiblemente porque la historia de secuestro fue la más publicitada. Todavía muchos recuerdan la carta publicada en diciembre de 2007 en donde decía cosas como: “Piden pruebas de supervivencia a quemarropa y aquí estoy escribiéndote mi alma tendida sobre este papel. Estoy mal físicamente. No he vuelto a comer, el apetito se me bloqueó, el pelo se me cae en grandes cantidades. No tengo ganas de nada”, se publicaba en los medios con una foto de Ingrid, pelo largo y mirada perdida hacia el suelo.
No sólo se separó de su segundo esposo luego de la liberación sino que Clara Rojas, su compañera de carrera política y también de secuestro dijo, al publicar su libro, que Betancourt no fue precisamente la “hermana que esperaba”.
Ingrid, entonces, no es la mujer más popular. Y no hay mucho que la ayude: la supuesta labor a favor de la liberación de los otros secuestrados se ha quedado allí, en puras declaraciones. Definitivamente no cuenta con los mejores asesores de imagen. ¿O entre los defectos debemos agregar el de la soberbia?
Es una total ingrata.
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